Siempre que hablamos del cuidado de la casa y en particular de los niños, lo primero que nos viene a la mente a todos es el rol que las mujeres desempeñamos en relación a todo eso.
Está casi tatuado en nuestro ADN que las mujeres somos las únicas que tenemos responsabilidades y obligaciones en lo que se refiere a la crianza de los hijos y todo este discurso que se impuso durante siglos está tan arraigado en nuestra vida cotidiana que nos resulta muy difícil verlo de otra manera.
Muchas mujeres, casi hasta con alegría y orgullo, destacan que sus maridos y padres de sus hijos “colaboran” o “ayudan” en las tareas de la casa o en el cuidado de los niños, sin notar que en realidad están cumpliendo con el compromiso que asumieron al momento de formar una familia. Las mujeres caemos sin darnos cuenta en la trampa de creer que en realidad ese trabajo (que no es poco) sólo nos corresponde a nosotras y que con suerte, tal vez un día el padre de nuestros hijos le cambia el pañal, lo baña o le da de comer.
Muchos hombres también por costumbre, por comodidad o en el peor de los casos, por machismo; se convencen de que eso es algo que únicamente deben hacer las mujeres y ellos permanecen en su cómodo rol de espectadores que una vez cada tanto “ayudan” con algo en la casa.
Verdad de la buena